“Israel lleva 50 años invirtiendo en innovación, antes de que fuera moda”

La decisión de invertir en el desarrollo del talento humano ha marcado la senda innovadora de Israel, un país que estaba condenado al fracaso y que ahora es ejemplo mundial.

Israel se fundó en un desierto, donde cualquiera podría morir de sed, sin fuentes de agua dulce y sin petróleo en las entrañas de un continente que abastece de combustible al planeta. Sus vecinos muy pronto se convirtieron en enemigos y quedó anclada en una guerra sin final. Levantar una nación parecía una utopía. Por las condiciones naturales que se le dieron al territorio donde se asentó, luego de la Segunda Guerra Mundial, Israel no tendría con qué alimentar a sus habitantes, y fue precisamente esa carencia de recursos la que lo impulsó a pensar distinto, a desarrollar lo que hasta entonces nadie le apostaba:el talento humano.

Hoy, 72 años después de su fundación, Israel es conocido como la meca de las startups y de la infraestructura tecnológica, allí han asentado sus centros de investigación y desarrollo 400 multinacionales tecnológicas; el país es famoso porque su talento humano es de los mejores preparados en innovación en el mundo.

Alan Hofman, director de Desarrollo de Negocios en los Estados Unidos, Europa y América Latina de la Autoridad de Innovación de Israel, cuenta que “Israel es lo que es hoy por una política pública constante de los últimos 50-60 años, que estableció las bases y la infraestructura para el desarrollo de la innovación en el país; y no solamente eso, sino también la orientación y el foco que le ha puesto el gobierno de Israel y la sociedad israelí a la educación y sus infraestructuras como un pilar fundamental para el desarrollo de la nación”.

Visión Estratégica habló con Holfman sobre los avances de su país en materia de innovación y lo que Colombia puede aprender.

¿Qué es lo que ha hecho Israel para ser referente de innovación en el mundo?

Israel se fundó en el año 1948 en una tierra sin recursos como agua o hidrocarburos y con una población de 600.000 habitantes, para 1960 ya tenía más del doble de habitantes porque en ese periodo emigraron a Israel 900.000 personas; todos estos factores pusieron al país en una situación en la cual tenía que decidir si quería sobrevivir o quería desarrollarse. Israel decidió que, a pesar de las dificultades y de las vicisitudes, tenía que invertir en el futuro y en el recurso más importante, más caro y de mayor impacto que tenemos: nuestros recursos humanos.

Ya en los años 60, Israel invirtió grandes sumas en el desarrollo de proyectos nacionales de investigación y desarrollo (I+D) de alto impacto. En los años 70 se creó la oficina del científico jefe del Ministerio de Economía e Industria, que se dedicó por más de 50 años, hasta la creación de la Autoridad de Innovación de Israel, a invertir en I+D industrial para el desarrollo de productos comerciales, lo que se extendió hasta los años 80, con la instalación de grandes empresas multinacionales como IBM e Intel, que desarrollaron un centro de I+D aquí en Israel. Pero el gran salto cualitativo ocurre en los años 90, cuando se da un fenómeno muy importante a nivel demográfico, que es la llegada de 1,2 millones de inmigrantes de los países de la antigua Unión Soviética, con un nivel altísimo de ingenieros per cápita que cambió definitivamente la matriz productiva del país.

En paralelo, en 1992 el gobierno de Israel crea el programa Yozma, que permitió el desarrollo de la infraestructura financiera y los fondos de inversión de participación público-privada. Hasta inicios de los 90, la cantidad de inversión privada dentro del sector de tecnología y de innovación era baja; a través de una política activa de gobierno, Israel propuso fondos de inversión que se dediquen específicamente al desarrollo de empresas tecnológicas.

A la vez, Israel fue elaborando una política pública macroeconómica tendiente a abrir a Israel a los mercados internacionales, a promover la inversión privada, a establecer incentivos fiscales para la inversión en tecnología e innovación para el desarrollo de empresas tecnológicas, para la instalación de centros de I+D de empresas multinacionales, etcétera.

Podemos decir que en los últimos 20 años, con el cambio tan profundo que ha vivido nuestra economía a nivel global, con la irrupción de los datos y la tecnología como un factor preponderante en el desarrollo de los modelos de negocios de las grandes compañías, Israel y sus capacidades, sus talentos, sus infraestructuras tecnológicas, académicas e industriales estaban preparadas para esta nueva ola digital, lo que hizo que muchas empresas multinacionales, unas 400 hoy en día, muevan su centro de I+D a Israel, buscando los talentos en la ciencia de datos, en tecnologías de las telecomunicaciones, satelitales, en software y de ciberseguridad, etcétera.

Así que este es un asunto de tiempo, pero también de dinero, ¿qué prioridad tiene la innovación en el presupuesto de Israel?

Por muchos años, el nivel de inversión pública en I+D era alto en relación con la participación de este sector dentro de la economía de Israel y lo que hemos visto en los últimos años es una retracción del nivel de inversión pública en el sector, no porque el gobierno haya decidido reducir la inversión, sino porque el crecimiento de la inversión privada ha sido exponencial: en 2021, Israel tuvo el récord de todos los tiempos de recaudación de fondos para empresas tecnológicas, 28.000 millones de dólares en un solo año, mientras que el presupuesto anual de la Autoridad de Innovación, que es el órgano gubernamental que más invierte en innovación, es de unos 500 millones de dólares anuales.

Lo que vemos es un crecimiento muy importante en las inversiones privadas y eso tiene que ver con que el ecosistema de innovación de Israel es muy redituable a nivel económico y comercial; es decir, los privados ven en el ecosistema de innovación un ecosistema maduro, con capacidad de escalamiento global, con capacidad de desarrollo de tecnologías de última generación y disruptivas, que trabaja en conjunto, de forma muy dinámica, y que tiene todo el tiempo el desarrollo de talentos de alto nivel y, a pesar de los altos costos de los recursos humanos en Israel, el nivel de productividad es muy alto: el promedio de productividad por hora de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde) es de aproximadamente 54 dólares, mientras que el promedio de productividad por hora de la alta tecnología israelí es de 108 dólares, el doble.

Entonces sí, hace falta mucho dinero; en una primera instancia, es importante la inversión pública, pero tener un ecosistema de innovación en desarrollo y escalable solamente con dinero público es insostenible, únicamente con dinero privado ese tipo de modelo de negocios puede ser sostenible en el tiempo.

¿Por qué sería importante apuntarle a un sistema de innovación para un país como Colombia que tiene un contexto diferente de Israel?

Invertir o no en innovación no puede ser la pregunta, eso es parte de la forma en la cual se desarrollan los negocios hoy en día. Un país tiene que invertir en innovación, no porque la innovación sea algo que está de moda, sino porque es una herramienta para el desarrollo humano, económico y social, donde el desarrollo sea sustentable e inclusivo.

Tenemos muchos desafíos; por ejemplo, en el rubro del clima, no podemos seguir produciendo y desarrollando nuestra economía de la misma forma como lo hemos hecho en los últimos 100 o 200 años, nuestro mundo no lo va a soportar. Tenemos dos formas de hacerlo: o renunciar a todo el desarrollo tecnológico industrial y volver a vivir como vivíamos hace 200 años o utilizar todo el desarrollo industrial tecnológico para reducir de forma significativa el uso de elementos que contaminan, mejorar la eficiencia del uso de energía, ofrecer energías mucho más limpias; hay muchas herramientas que podemos utilizar con base en la tecnología para mejorar la calidad de vida, la productividad y la calidad del mundo que tenemos.

Muchas veces hay temores a la hora de innovar porque el riesgo es alto, ¿cuál es la importancia del error en la innovación?

Las economías que están basadas en grandes compañías tienden a no desarrollar una cultura que acepte el fracaso, porque son muy conservadoras. El joven es más arriesgado que el adulto. Lo mismo pasa con las empresas: cuando son más pequeñas, toman más riesgos; cuando son más grandes, toman menos riesgos, porque el que es grande quiere mantener su estatus y si puede aumentar su lugar y su impacto, mejor; las empresas pequeñas aspiran a ser una empresa grande, si no arriesgan, no ganan, no tienen posibilidad de competir. En el mundo de la innovación esto es clave: una empresa no puede desarrollar un producto o desarrollar una tecnología sin tomar riesgos. Y, en muchos casos, el fracaso es parte del proceso innovador, saber que uno ha tenido un fracaso, entender cuáles son las razones de fracaso, tomar las lecciones y aplicarlas en el futuro hace parte del proceso de desarrollo de una idea. Sin fracaso, no hay desarrollo.

Más allá de las tecnológicas, las empresas de cualquier sector de la economía también tienen procesos de innovación, ¿cuánto deberían dedicar esas compañías de su presupuesto a la innovación?

No creo que haya un porcentaje aplicable a todas las empresas; sin embargo, creo que hoy en día ninguna empresa que quiera sostener su negocio en el tiempo, ser sustentable y desarrollarse en el corto plazo puede dejar de invertir en innovación. Cuando me refiero a invertir en innovación no hablo de desarrollar un departamento de innovación, sino de hacer de la innovación parte de la cultura organizacional de la empresa, ya sea en el desarrollo de productos, en el desarrollo de mercados, en la investigación, y no tiene que ver con utilizar un sistema tecnológico o una máquina nueva, lo que necesita es tener una forma de pensar que transforma la empresa, que la ayuda a entender cómo van a producir las empresas de mañana, cómo va a poder competir con empresas que van a surgir en los próximos cinco años. La empresa tiene que estar preparada para eso, la dinámica de la economía mundial es mucho más rápida y requiere de mucha más flexibilidad; si las empresas no van a ser flexibles, les va a ser muy difícil competir en el futuro próximo.

A modo de conclusión, Holfman aseguró que lo que hace de Israel una sociedad innovadora es la capacidad de resiliencia, una palabra que está muy en boga en todo el mundo. “Colombia es un país resiliente que ha logrado sobreponerse a muchas dificultades, muchos conflictos, y esa capacidad le permite también a la sociedad pararse frente al fracaso o frente a la dificultad desde otro punto de vista. Eso tiene que ser la piedra angular que permita el desarrollo de una sociedad mucho más innovadora, mucho más arriesgada, que acepte el fracaso como parte de un proceso, pero que mida el futuro con un horizonte de esperanza y de desarrollo”.